Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro: “siempre me pasa lo mismo en esta carretera”. Pero esta vez di un volantazo y lo evité por centímetros.
Sin embargo, no conseguí esquivar a una mujer con un carrito de niño. Salieron despedidos y mi coche siguió adelante con el parachoques abollado y manchado de sangre. Cambié de carretera pero se me había agotado el crédito.
Apuré la cerveza y salí del salón recreativo.
El ruido de un motor hizo girarme. Un golpe seco y salí volando. Mientras mi cuerpo caía contra el suelo, pensé: “esto no es un juego”.
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