– “Lástima que no haya billetes para maniquíes de tu calaña”. —Dijo de forma sarcástica el chófer del autobús mientras aceleraba y nos dejaba a nuestra suerte en aquella enorme ciudad.
– Sigo sin creerme que hayamos viajado a un país que no acepta nuestro color de plástico ¡Míralos! Aquí todos son de fibra de vidrio magenta o cetrina. No hay espacio para el azabache.
– No te preocupes querido, solo estaremos unos días más y no me importa caminar, además, el zoo parece que está cerca.
– Ya, supongo. Haré un esfuerzo. Espero que esos humanos merezcan la pena.
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