No hay billete para maniquíes, nos dice con una sonrisa boba la taquillera de la estación,
dejándonos allí mismo paralizados, tiesos como momias. Enamorado como me tienes, pensaba
llevarte a la playa, a ti que tan bien te queda la ropa fresca, por esperarme siempre en el mismo
sitio, quieta tras aquel espeso cristal, cada tarde sin dejarte una sola, esperando paciente a que
yo viniera, con tu sonrisa bonita y tus encadilados ojos, que no me dejan de mirar. Rodeo tu
cintura para tranquilizarte porque yo tampoco sé qué hacer. La muy tonta nos ha dejado como
acartonados.
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