Lástima que no haya billetes para maniquíes… aunque en realidad no los necesitamos. Nosotros viajamos libres en el área de carga; sin tener que soportar pláticas aburridas de compañeros de asiento, paradas contínuas para dar paso al sanitario o maltratos de azafatas cansadas. Después de todo tiene sus ventajas el no tener corazón, y estamos seguros que entre nosotros jamás habrá terrorismo. A veces me pregunto: ¿quién es más afortunado?

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