«Lástima que no haya billetes para maniquí» susurro Joaquín frente a la puerta que se abrió sigilosamente. Entró rápidamente después de cerciorarse que no había nadie alrededor.
«Llegaste viejo loco» decía Jane. Entre risas cómplices en ese cuartucho adaptado como escondite literario escribían una historia de recuerdos. Cómo no hacerlo si la vida había sido generosa al reencontrarlos en ese hogar después de 30 años. El destino se encargó de reunirlos en los lugares y situaciones más insólitas. La plaza de juegos fue el primer espacio que compartieron. Ahora se despedían de los días a través de las letras.
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