— Lástima que no haya billetes para maniquíes — le susurró. Alisó el embozo y se abrazó a ella como un primate acorralado.
— Vienen pisándome los talones — se aferró con más fuerza— , tenemos que poner tierra de por medio.
— Lástima que no haya billetes para maniquíes — le susurró. Alisó el embozo y se abrazó a ella como un primate acorralado.
— Vienen pisándome los talones — se aferró con más fuerza— , tenemos que poner tierra de por medio.
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