Lástima que no haya billetes para maniquíes, al menos en primera clase. Por ese motivo, Blanca y yo hemos tenido que alojarnos en tercera, apretadas dentro de un compartimento con una madre rusa de 4 niños rubios y curiosos. Ellos no paran de mirarnos cómo si fuéramos payasos de circo, con medias sonrisas que no saben esconder.
Todavía no comprendo qué tiene de raro que dos mujeres viajen juntas o solas; quizá, las dos cosas. Empiezo a pensar que nadie nos aceptará. ¿Y será culpa de Blanca? Las muñecas no se llevan esta temporada.
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