-Lástima que no haya billetes para maniquíes -me decía el tipejo asqueroso mientras me abrochaba el cinturón de seguridad, aprovechando para introducir disimuladamente su sucia lengua por mi oreja…-. Te llevaría conmigo a Santo Domingo…

Yo permanecía inmóvil, vista al frente; apenas tolerando su repugnante aliento mezcla de cerveza y tabaco.

-Debo marcharme…ya hablaremos -susurró mientras accionaba la manilla de la puerta. Pero ésta no se abrió. Su rostro palideció y comenzó a agitar convulsivamente la manilla…desde el exterior también los intentos eran vanos.

“Soy un dummie, no un maniquí, imbécil” pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro.

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