Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que estaba pecando de indulgencia al obsequiarte con un viaje tan corto. Pero agarrar el volante con todas mis fuerzas y hundir el tacón en el acelerador era la única manera de asegurarme de que no ibas a escapar de nuevo. Pensé por última vez en las horribles arcadas que me produjeron tus manos repugnantes sobre la niña. Había planeado inmolarme sin mirarte, pero no lo hice; giré mi cabeza hacia tu asiento y te regalé una bonita sonrisa de Joker.

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