Lástima que no haya billetes para maniquíes.

De hecho, tengo la fantasía de cruzar el umbral de esta lujosa boutique junto a mi eterna joven; reír y volar.

Me dispongo a ponerle sus complementos de moda primaverales, y ella, siempre tan presumida, pues va ataviada con una blusa negra y una falda plisada.

Disculpen, no le he presentado, su nombre es Charlotte.

Justo arriba de este escaparate hay un rótulo con letras en color rosado que dice “Oh là là”.

En numerosas ocasiones, ella roba la atención de mujeres con clase que digo yo, ¡je, je! C’est la vie.

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