Lástima que no haya billetes para maniquíes. Es todo lo que quedó ante mí. Mientras mi casa se derrumbaba a pedacitos después de la tormenta.

Lo único que se salvó fue el maniquí que venía justo al lado del vestidor. Decidí quedarme con él ya que me decoraba mi amplio y luminoso vestidor.

Sé desvaneció todo ante mí en segundos. Mi tocador, mi salón, las cartas de mamá…

Deambulo ante el mar. Todo hecho trizas ante mí. Mi casa derrumbada. Camino al aeropuerto destino Madrid, con los míos mientras me derrumbo en mil pedazos.

Y si pudiera llevarte conmigo maniquí.

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