«Lástima que no haya billetes para maniquíes» —pensó Susi al ver el enorme baúl en el maletero. Sabía qué o quién iba dentro; era Xasha, el maniquí modelo de su padre.
—¿Aún sigues viajando en compañía de un maniquí? —preguntó ella cuando alcanzaron la autopista.
Su progenitor le sonrió antes de contestar.
—Son los mejores compañeros de viaje. Apectan todos y cualquier destino, no dan la lata, no comen y no hay que parar para que vayan al baño…
—Papá, estas como una regadera. ¿Debo pensar que con este comentario, preferiría que Xasha estuviera en mi asiento?
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