Lástima que no haya billetes para maniquíes,
billetes que usaría para cubrir tu zona cándida no expuesta,
billetes que cubran tu inocencia
manchada de lujuria y marchita por la envidia
de quien te robó cuando regresábamos
en nuestro primer aniversario a la playa de mi ciudad que, perpleja,
fue testigo de tu robo y de tu entrega a él,
me preguntaba, triste como quien pierde su pulgar derecho,
triste como maniquí que perdió su vestuario,
Cuántos billetes necesitaste para vender mi amor ?
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