Lástima que no haya billetes para maniquíes. Mejor dicho los maniquíes no quieren ver a los billetes. Prefieren las prendas de vestir atractivas en vez de una mochila desgastada. Prefieren su imágen perfecta en la ciudad de Don Nadie con sus tacones brillantes y unos maletines de oficina. Prefieren la vida estática. Prefieren ser muñecos. Pero lo más triste que existen millones de maniquíes que se creen ser las mejores personas del mundo viajando en el mismo sitio sin ver lo que hay en su alrededor y fuera. ¡Menudo escaparate de la humanidad!
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