¡Lástima que no haya billetes para maniquíes! pensó jocosamente mientras la miraba a través de la ventana de aquel tren. ¿Por qué tras invertir tantas horas en maquillarse estaba llorando, dejando un rastro negro de rímel en su cara ? No lo entendía. Realmente nunca consiguió entenderla. El tren avanzó lentamente y desapareció dejando atrás todo lo que había sido su vida. Y cerró los ojos por última vez.
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