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– ¡En ésta maleta no cabe casi nada!
Dijo con aire de mujer-mona;
Odisea contra cualquier pared de mar, de la vida (Es decir, yo mismo; hombre para ese entonces jóven, verdaderamente jerarca-capaz), llena de preguntas de arsénico.
Pero para entonces yo no podía darme cuenta de que iba a convertirse en mujer. Ahora sólo empacábamos. La niña de ojos esmeralda y yo. Y ella metía sus muñecas de cera, que definitivamente no cabían en la maleta
… ¿Cómo decirle lo contrario, Gitán, si mi corazón por la falta de Mordiza estaba sí-que-sí-roto-enpedazos-ahuecado-sinrespeto-sindignidad-de-existencia? ¿Si también en-ésta maleta-no-cabe-casi-nada?
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