Lástima que no haya billetes para maniquíes. Al final tendré que coger el coche y tirarme unas horas en la carretera.
Tampoco es que me hiciera mucha gracia pensar que estarías encerrada en el portaequipajes de un avión. Sola.
Sé que no te hubiera gustado.
Sin embargo, el cadáver del maletero ni siente ni padece. No como antes que no paraba de gritar en el asiento que no lo matara.
Tú, tan callada, siempre me dejas escuchar la música.
Suena bien el Cantajuegos ¿verdad?
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