En esta maleta no cabe casi nada, pensó el andrajoso anciano al tratar de cerrar su antiguo baúl, única posesión que recibió de su padre. Dentro de aquella añosa ánfora de madera y metal, guardaba su roído libro de notas, su vieja cámara polaroid, algunas fotografías desteñidas y dos mudas de ropa. Aquello era todo lo que deseaba conservar de sus posesiones y de su anterior vida. Había decidido abandonar el vacío y caótico mundo en que vivía, en pos de buscar crecimiento espiritual. Se había hastiado de la comida refinada, de los vinos caros y de los amores alquilados.

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