En esta maleta no cabe casi nada, parece de juguete, o de mentira, como si no fuera real. Dice la abuela que cuando conoció al abuelo aquel abril, en Francia, acabado de cruzar la frontera, le preguntó que tenía dentro de la maleta y él le contestó que llevaba su vida entera.
La abuela la acaricia con sumo cuidado, quizá el tacto del cuero ya ajado le rememore su piel, y recuerda que todo lo que contenía era una camisa remendada y un puñado de tierra. Su vida entera
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