Lástima que no haya billetes para maniquíes sería una buena ocasión de mostrarme en público y probar mis habilidades en tu marcada silueta y tus pechos erguidos que no necesitan de cirugías ni de corpiños armados que eleven tu autoestima y la decadencia que el tiempo provocó.

Lástima que no te pueda llevar, porque tu silencio es la mejor compañía, tus labios no pronuncian quejas… y ni aparecen preguntas que no sé cómo responder.

Otra vez el folklore de cada salida volverá a sonar en mis oídos con un: qué me pongo…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS