-En esta maleta no cabe casi nada. ¿Dónde metemos los colores y sabores del mercado, la sensación pegajosa de la ropa contra el cuerpo y la sorpresa húmeda de la lluvia del monzón?
-Aquí: entre la amabilidad del vendedor que nos dio cobijo, el té reconfortante, y la sonrisa cómplice de su hija al reconocernos como amantes.
-Entonces aun caben el reflejo de los Anapurnas y el dorado de la estupa. Ayúdame a cerrarla. Está todo un poco apretado, ¿se estropearán los recuerdos del fondo?
-Puede que se desdibujen al sacarlos, pero no importa porque seguirán en nuestra maleta.
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