En esta maleta no cabe casi nada, pero, ¿qué esperaba? Si cayó desde el campanario de la Iglesia. ¡Menudo golpe se dió! Claro, como no podía esperar a dejarla en el hotel, cogí y me fui de paseo con ella. Era una maleta pequeña, pero ahora me recuerda a los bolsos que llevamos en las bodas. Esos en los que no cabe ni el móvil, ¡Ja, ja! Compraré una nueva aquí en Ainsa.

Mientras disfrutaba de unas vistas impresionantes por el Castillo, me dí cuenta que había perdido el anillo de mi abuela.

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