- – ¡En esta maleta no cabe casi nada!- gritó Alicia.
Estaba histérica. No era para menos.
María respiró profundamente y subió las escaleras, despacio. Tenía que mantener la calma, por las dos.
Se paró en el rellano, contemplándola con ternura. Alicia intentaba meter a la fuerza toda la ropa y peluches que habían acumulado a lo largo de años de espera.
María los habría quemado, después de cada desilusión. Alicia no, ella nunca había perdido la esperanza.
- – Amor, olvídate de la maleta. Es hora de irnos.
Cogidas de la mano, salieron, solas. Pero esta vez, volverían acompañadas.
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