En esta maleta no cabe casi nada, creo que ha llegado el momento de jubilarla, da mucha pena por los buenos ratos que hemos pasado juntos. Uno de los mejores momentos fue cuando la convertimos en el domicilio secreto del ratoncito Pérez. Los niños estaban convencidos de su utilidad para proteger al pobre animalito que se pasaba los días escondido y por las noches salía para cumplir su cometido. También recuerdo cuando les contamos que ocultaba una estrella que no podía ver la luz. Y ahora abarrotada de sueños ya no puede albergar nada más.

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