Leonardo a lomo de caballo por entre selvas montañosas. En su maleta no cabe casi nada.

A poca distancia, divisó Casa Peña, en el epicentro del valle. Le dio la bienvenida el jolgorioso valle de Casa Peña: las aguas del río, lentas y monótonas, el viento matutino ahogando la visión de sus ojos, el sol detenido y pequeño en la distancia crepuscular. Las liebres saltarinas cavaban profundos túneles cerca de las raíces de los sauces para almacenar hortalizas, una jauría de perros salvajes vagaba por los bosques entre ladridos. Florecían begonias, las rojas cerezas de los setos, la retama amarilla.

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