En esta maleta no cabe casi nada y la enésima vez intento cerrar la cremallera hasta que oigo un «clack«. Eso que se haya roto no me para de experimentar con un embalaje perfecto. Un precinto. Unas tiras. Al final sí que son unas simples cosas que se compran estés donde estés. Abro de nuevo la maleta, saco mi diário. Lo meto a mi bolso pequeño.

– ¿Estás lista, cariño? – La voz de mi chico, dibujando con sus cejas al verme, – ¿Y tu maleta?

– En mi corazón, mi cerebro y la tarjeta de débito, nos vamos.

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