En esta maleta no cabe casi nada, pero no es un problema para mí.

¿Conoces esa sensación de estar fuera de lugar? Como cuando te invitan a una fiesta y no conoces a nadie, o cuando sales con los amigos de tu chico y solo eres “la novia de”. Así ha sido siempre mi vida.

Lo mejor de ir dando tumbos de ciudad en ciudad es que no acumulas trastos. Eso me lo enseñó mi padre: nada es imprescindible.

Cierro la puerta de mi último hogar y miro el billete de avión: es un buen destino. Tanto como cualquier otro.

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