Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, como si nada. Le avisé de que yo iba a tardar más en salir de casa. Me asomo a la ventana, las terrazas están llenas. Suena el móvil. Me niego a contestar.

Mi padre entra en mi habitación. Parece preocupado.

—¿Quieres pasear hoy a Flash?

Le observo con cara de indiferencia y cierra la puerta. Antes el perro era cosa mía, pero en los últimos meses se peleaban por sacarlo. Vuelvo a mirar por la ventana. Lejos. Hoy tampoco bajo.

Pienso coger el ferry a Tánger en cuanto abran la frontera.

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