Sus pies descalzos pisaban la hierba húmeda que rodea al pueblo dónde había nacido su padre, Feldkirch. Las casas de colores, las calles empedradas y el sonido del cencerro de las vacas en la lejanía representaban a la perfección ese Tirol que siempre había soñado visitar para conocer sus raíces.

Esto era demasiado bonito para ser verdad, demasiado alejado de las grises vistas tras la ventana de su habitación en el hospital. Y murió sin hacer realidad éste último sueño,sin respirar ese aire puro

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