La idea se gestó apenas enviudó, maduró lentamente y emergió un día soleado de enero, caminando las diez cuadras habituales entre su casa y la parada del autobús. Se abrió paso como una bala, se detuvo en su frente, descendió hasta su corazón y tuvo que escucharla: ¡viajaría a la selva tropical!

En la quinta cuadra atrajo su atención un hilarante vestido amarillo en la vitrina. El deseo de tenerlo se abrió paso como una flecha y descendió sin transición hasta su corazón, y tuvo que escucharlo.


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