Silencio, calma y sospecha. La noche me atolondra y abraza mi inconsciente madrugada. Hace posible aromas que con el día serían ignorados y se hunde drogada de sonidos que no piensa prestarnos. Por ella descubro que mi respiración huele pasados y mis latidos proponen sones que se apoderan del instante mismo en que refractan ese silencio. Y es entonces, cuando apremiada por mi nuevo don, me zambullo estremecida en mi sangre para recorrerme virgen, sin palabras.
OPINIONES Y COMENTARIOS