El sol brilla ciegamente y refleja sus rayos tras la ventana de mi habitación, convirtiendo en miles de puntitos casi invisibles el haz que llega hasta mi maleta, que descansa sobre la cama, abierta de par en par, esperando que se llene de las prendas que me quedan por elegir para completar los días que pasaré con mi hijo en el lugar elegido. Pocos detalles completarán los huecos que quedan , tal vez algunos botes prohibidos.

Miro a mi alrededor y observo que mi maleta está pletórica por viajar.

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