Me recuerdo
correr tras un tren en marcha. No fue al andén para detenerme. Cuando la conocí el mundo calló, me devolvió el pasaporte, respiré para
saberme vivo. Todos los sueños se mojaron a orillas del Danubio:
Szeretlek.

Desperté en un camarote
vacío, se había convertido en almohada. La vida real esperaba en México, a
ella la atrapó en Budapest. Al tiempo un reencuentro por Internet: casada, dos hijos. Agnes, la de mirar nostálgico y donaire al andar, me
recuerda a un viaje que nunca ocurrió.

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