El tren de Ratisbona viene retrasado. La tensión aumenta con cada segundo que pasa. Finalmente llegamos a Colonia. Me esperas en el andén. Nunca antes te he visto, sin embargo te reconozco al instante. Me tiendes la mano. Te miro a los ojos. Esos ojos color sulfato de cobre en los que leo el itinerario de nuestro viaje juntos: un amor infinito y un dolor inmenso se entremezclan. Nada asusta más que encontrar lo que siempre se ha buscado.

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