Veo en el catálogo elTransiberiano Express de Vladivostok a Moscú. Me gustan los trenes, puedes pasearte, leer o mirar cómo se mueven los campos, ver los pueblos y las montañas diminutos, abarcar los espacios, sentirme la dueña del universo. Mi cabina es una suite de lujo, en el coche restaurante, un camarero me indica una mesa; llevo un traje de noche elegante, nadie me conoce, siento el placer de vivir nuevas sensaciones, de ser otra persona. Son ocho mil euros. Soñar no cuesta dinero.

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