Mi primer paseo por Estambul te lo debo a ti, Nicanor. El derviche giróvago de tu llavero me acompañó veinte años y su plata primera ya se tornó dorada.
Contigo, Víctor, visité la ciudad: traducías El llibre negre de Pamuk y conocías palmo a palmo todos sus rincones. Cuando leí la novela, seguí con tu plano los pasos de Galip.
La parte más humana me llegó con vosotros, Francesc y Carme, y vuestro espontáneo guía sefardí, feliz de poder hablaros en ladino.Pero nunca viajé a Estambul. Aún.
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