Me tomaste fuertemente del brazo y me prohibiste salir esa noche. Al día siguiente en primera plana de los periódicos: «muertos, lesionados graves, el conductor manejaba alcoholizado».
Es uno de mis tantos viajes mentales a los que recurro para huir de la realidad. Los barrotes son el diario recuerdo que soy prisionero de cuerpo y alma. Posiblemente si me hubieras puesto más límites y reglas no estaría en ésta condena eterna y mis amigos no serían una estadística más.
Atte. tu hijo.
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