Sistema Tecla

Sistema Tecla

Paula Castro

10/01/2021

Av. Melian y Dehesa, son las calles que atraviesan mi ventana, las observo y las admiro en los pocos minutos que me dejan, son infinitas y frondosas, con árboles majestuosos que las rodean, y casas pintorescas que las adornan, pero nunca pude pisar su asfalto, ni respirar su roció, nací en pandemia.

Son casi las cinco de la mañana, me tomo un té de cedrón que calienta mi olfato, es temprano mi vida virtual aún no ha comenzado, silencié a Tecla por unos minutos, pronto comenzara el interrogatorio. Todavía es de noche, tomo un sorbo de té y mientras observo el asfalto pienso lo extraño que es añorar algo que nunca se tuvo, debo confesar que a veces entre programadores y plataformas, me tienta salir afuera y violar el toque de queda estricto, pisar esas veredas y hundirme en el verde. Mi abuela me cuenta por zoom que a los tres años recorrí esas calles dando brincos y carcajadas con barbijo y mascarilla, pero no lo recuerdo, tal vez sea una invención de su cabeza, hace poco la diagnosticaron con un cuadro severo de falta de memoria. Conozco el mundo por hologramas y programas de computación, como también a mi familia, me cuentan (o tal vez sean mitos de las redes) que hace años, la gente se reunía y se abrazaba, me causa gracia cuando mi abuela, envuelta en recuerdos desorbitados, me dice que en los bares sonaban bandas mientras comías una pizza con queso doble, me resulta imposible de creer. El sol comienza a asomarse, lo puedo ver perfecto desde el ángulo de mi ventana, se ve imponente desde aquí, los rosales y naranjos dibujan un fuego profundo en el horizonte, ¿el amanecer será una metáfora de libertad? ¿Cómo será el fuego?, ¿y el mar?, apoyo mi cabeza contra el marco de la ventana y revuelvo con mi cuchara lo poco que queda del té, y me detengo en esa calle, y me veo a mi de niña, jugando a la escondida con otros niños, corriendo alrededor de la gente que pasa, esquivándonos, luego soy adolescente y me encuentro a escondidas con mi novio, pero un viento lo aleja y no lo veo más, me miro las manos ya tengo treinta, es de noche, camino apurada hasta la entrada de mi casa, pienso que alguien me puede asaltar o tal vez algo peor, saco las llaves, pero no las encuentro me doy vuelta es de día, un niño me llama mama desde lejos, -vení para acá, no te acerques a calle- el niño va en mi dirección, pero también desaparece, y comienzo a ver cuadrados, muchos cuadrados encima mío, y dígitos y más dígitos.

-Buen día Julieta, ¿Cómo te sientes el día de hoy?

-Buen día Tecla, ningún síntoma, fiebre 36, 6, presión estable.

-Muy bien, tu rutina del día de hoy es…

Po primera vez en años no presté atención a la voz de Tecla, había olvidado lo que era escuchar mis pensamientos, mis reflexiones, solo unos minutos al día se puede silenciar al sistema, la gran mayoría lo utilizar para dormir, pero yo quise disfrutar.

– Y eso es todo Julieta, antes te cuento que hay descuentos en viajes turísticos, un paseo virtual por Venecia

-No me interesa, gracias

-y Por Roma, hay descuentos especiales

-Te dije que no

La desenchufé, sé que voy a tener grandes problemas por desobedecer y alterar el sistema, comienza a sonar una alarma en toda mi casa, pero no me importa, hoy no tengo ganas de escuchar a Tecla, hoy quiero ver el amanecer. Tecla es una buena compañía, pero últimamente se volvió una molestia, en todas las casas hay una computadora tecla multifunciones, que permite conectarte al mundo, está a un precio accesible y es muy práctica, la única condición que ponen para instalarla es que no la desenchufes jamás, a menos que sea algo importante, cuando vengan algo se me ocurrirá.

Que lastima que me fui del ensueño, son pocos los momentos para imaginar historias y crear, a veces pienso que soy una maquina más ejecutando programas y plataformas, ya no me importa si tengo seguidores o si alguien me insultó en alguna red social, o si pierdo mi trabajo, el aire lo siento cada vez más espeso, como el final de un juego de ajedrez.

Mi miro las manos, hace tiempo que no las veía, hace tiempo que no me veo el rostro, no recuerdo tampoco la última vez que disfruté de algo, escucho un ruido de puerta, (ellos pueden abrir lo que quieran), ya vienen.

-De pie, Julieta García Pericles, 40 años, ¿sucedió alguna cosa para apagar a Tecla?

Dejé mi vaso en la mesita de luz, mientras el operador me escaneaba y me rociaban con alcohol y otros productos

-Buen día operador, no sucedió nada

– ¿Algún desperfecto, alguna falla en Tecla?

Respiré profundo, y miré a la ventana

-No, solo la apagué para poder disfrutar este hermoso amanecer

El operador se acerca y me mira

-Sí, es uno de los mejores y más antiguos hologramas Tecla, recientemente activamos una aplicación en donde hay filtros de amaneceres, cambio de sombras, contraste, día lluvioso, día soleado…

-No señor está confundido, esto no es un holograma, esto es real

El operador se sonríe detrás de su mascarilla, saca de su bolsillo un control remoto, aprieta el botón, al instante mi calle, el amanecer, los aboles majestuosos desaparecen, y es reemplazada por escombros, personas pidiendo en la calle, palomas muertas arrojadas en un contenedor, y el cielo perfecto, ahora está cubierto por satélites y cablerio

-Puedo desactivar si quiere el sistema Tecla, pero no podrá tener conexión, ni hologramas, ni nada

-No, está bien, no quería irme del sistema, solo quería disfrutar de…el hombre me interrumpe

-Bueno aquí está de vuelta el holograma de su calle, tiene una multa por haber apagado tecla…pero como es la primera vez la vamos a dejar pasar, buenos días.

-Un segundo-le grite al operador- ¿Dónde bajo la aplicación de filtros de amaneceres?

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