Otro día en el paraiso

Otro día en el paraiso

Rosina Picardi

07/01/2021

Hoy me desperté creyendo que era domingo, no sé porque. Quizás todos los días tienen un poco ese color. Una continuidad de domingos plomizos y sórdidos.

Empleo mí tiempo, que como decía William Shakespeare, está fuera de quicio. Para reflexionar y esbozar algunas respuestas desde mi precariedad.

El mundo se ha detenido, está enfermo, siempre lo estuvo, pero, hoy más que nunca. Parece surrealista y distópico. Pero es real y se asemeja a una de las fantasías más temidas, el riesgo de morir, de extinguirnos así como extinguimos a otras especies creyéndonos superiores. Toda la vanidad se nos cae encima, espero podamos abrir los ojos y revisar nuestras perspectivas.

Construimos sociedades omnipotentes e infantiles, que no crecen, que insisten en tener, solo quieren ganar y competir a cualquier precio. El precio que impone el mercado que maneja los cuerpos e impone deseos que se transforman en necesidades. Y así en esta lógica quedamos consumidos por el consumo. Como dice Colette Soler apalabrados por el capitalismo.

Pero que sucede cuando una peste viene a recordarnos que no éramos tan potentes como creíamos, para recordarnos que NO sabemos todo. A herir nuestro orgullo narcisista y mostrarnos nuestra vulnerabilidad.

A mostramos que el mundo no puede ser habitable solo para algunos, que la distribución de los recursos y la riqueza potencian las problemáticas sociales. Aprender a percibir que la reclusión no es la salida. Podría ser un mecanismo de defensa obsesivo. Aislarse en castillos de cristal para no contaminarse con otras clases, para no infectarse, no es la solución, las oscuridades atraviesan todas las cabezas.

Porque no aprender a perder, y no seguir reproduciendo un sistema que excluye, deshumaniza y construye políticas de abuso y explotación. El Capitalismo salvaje produce pestes como una constante, hace tiempo mostraba sus carencias.

Hoy en esta crisis global, las fortalezas se resquebrajan y lo que cada uno ayudo a producir nos arrastra al desconsuelo y a la lucha constante por sobrevivir.

Ya estábamos aislados, esto no es una novedad, esta medida solo acrecienta lo que viene sucediendo, una sociedad de narcisismos exacerbados, exhibicionistas.

Quizás olvidamos que un monólogo, no es un diálogo. Y parece que esta sociedad se transformó en islas desconectadas. Se destruye la capacidad de escucharnos, de rendirle culto a la palabra. El otro se vuelve cada más un agente contaminante y es muy peligroso, porque la única salida es la comunitaria. Poder debatir sin pelear por destruir al otro con agresividad y odio porque piensa distinto. En las redes y en el espacio público reflotan las miserias y no nos damos cuenta que nos aniquilamos a nosotros mismos cuando generamos estas prácticas destructivas.

Mi cabeza no para de esbozar respuestas en un tiempo despeinado y lucho porque mi soledad no se transforme en desolación. Creo que tengo que hacer crecer una brizna en mi pantano, porque lo que antes parecía posible hoy se vuelve imposible. Me separe antes de la pandemia y lo interesante es que después de ver miles de departamentos en el Barrio de Colegiales, me decidí por uno más caro  porque rozaba el cielo, como si hubiese anticipado lo que venía, porque esto se transformó en mi conexión con el universo. Sin esa ventana al mundo hostil y apestado me hubiese sido más difícil. Todas las noches salía y miraba las estrellas e imaginaba los paisajes y parajes que recorrería. Las lunas pasaban y seguía en pie como podía. A veces desequilibrada, otras maltrecha, desconocía lo que podía surgir de esa inmensidad de emociones. La pandemia transformo a mi barrio en mi pequeño mundo, las restricciones potenciaron y habilitaron esa creación. En Capital Federal la cuarentena se extendió muchos meses, al principio solo podíamos caminar solo 5 cuadras a la redonda. Sentía que tenía que construir un refugio para poder superar tanto aislamiento y procurarme un espacio psíquico que no fuese otra cárcel. Habitar la imaginación y explorar nuevas formas, nuevas significaciones.

Los dolores se encadenaban y eran tan profundos, que creo me impedían volverme loca, tenía que levantarme y seguir, renacer cada mañana. Pasaban las estaciones y empecé a salir a caminar, quería ver el sol, rozar la hierba, sentir el trinar de los pájaros, lo que antes se naturalizaba se transformó en una proeza. La plaza cercana a mi domicilio se convirtió en un jardín popular, al principio estaba cerrado y vallado hasta que se pudo abrir. Empecé a ir todos los días, era mi única salida, el sol en mi departamento solo daba un ratito de mañana debido a la orientación este. Así que empecé a buscar el aire libre, casi, como autómata, aunque me helara los huesos o me mojara. Cualquier clima se transformó en una bendición después de transitar la reclusión. La plaza género un espacio compartido, donde se realizaban un sinfín de actividades. Cumpleaños, gimnasia, reuniones, picnics, salidas de amantes, charlas de noctámbulos. Cantantes y guitarritastas acariciaban sus cuerdas. La “Mafalda” le rinde culto al personaje del emblemático Quino y que se haya transformado en un espacio que enlaza y liga al mundo que busca escapar de su reducto cerrado de cemento no es una casualidad. Este personaje era una niña que reflexionaba sobre la existencia y lo más interesante es que cuestionaba lo instituido. Una de sus frases era: “paren al mundo que me quiero bajar”. Creo que todes somos Mafalda en este momento añoramos un mundo mejor, otra versión de los seres humanos,no, una aversión compartida. En la plaza hasta los gatos salían con sus dueños. Una vez me encontré con un muchacho, que llevaba a su gato sin ninguna cuerda, rodeado de perros fluía con total liviandad sin estresarse. Me lo cruce en repetidas oportunidades y me llamo la atención como este ser extraño lo abrazaba y cuidaba con dedicación. Era lúdico ver cómo le había preparado una camita, con almohada incluida, en el medio de los árboles. Quizás quedamos desatados y desorientados.

He transitado un mundo similar  a las peores ficciones, deseo, que podamos recordar y aprender para poder crecer.

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