Estamos en el barrio de San Cristóbal, patrono de los conductores.

Allí vive mucha gente de distintos países. Eso hace que se mezclen culturas, aunque yo creo que en realidad cada uno vive con la gente del mismo país. Los más pequeños, que van a los colegios cercamos al barrio, en un futuro serán los que harán por integrarse.

Mirando desde la ventana de mi casa se puede ver un parque grande, con diferentes clases de árboles. Es precioso, cada estación tiene sus colores diferentes. Con el paso del tiempo sus árboles han crecido y destaca en todo el parque, un pino grande.

El parque es cuadrado, pero en el centro hay como una pequeña colina en forma redonda. También hay una zona de columpios, a veces está cerrada, los niños no pueden jugar. La pandemia mundial que estamos pasando, es la causante.

Una mañana de entre semana, habían salido todos los chicos del Colegio Sagrado Corazón que está en el barrio. Estaban haciendo un juego, por las cercanías del colegio. Eran chicos y chicas de unos trece años.

María es una chica del barrio que tiene un perro que se llama Tom, todos los días le saca a pasear, suele coincidir con una perrita que se llama Ari. Pues bien, ese día dio la casualidad que en el parque del barrio estaban los chicos del colegio.

Yo siempre digo que no hay casualidades sino causalidades. Así que mientras Tom y Ari corrían por el parque, los chicos del colegio jugaban a esconder y buscar por medio de pistas en dos grupos.

Cuando se terminó el juego, los profesores se dieron cuenta de que faltaba uno que se llamaba Manuel. Allí donde estaban Tom y Ari, contaban varias veces a los chicos pero era evidente que faltaba Manuel.

Mandaron ir al colegio a todos, los profesores empezaron a buscar por todos los sitios donde pensaban podía estar Manuel. Un profesor se quedó hablando con unos policías. Entonces se acercó otro con un jersey de Manuel, ya que llevaba grabado su nombre, seguramente se lo puso en la cintura y se le cayó, hacía mucho calor.

Ari y Tom, que siempre estaban olfateando, pasaron por debajo del jersey y echaron a correr. Tom siguió a Ari, porque no estaba acostumbrado a pasar carreteras.

Se marcharon escopetados sin que los dueños pudiesen cogerlos. Éstos se marcharon a la orilla de un río cercano al barrio. Tom y Ari olfateaban e intentaban seguir la pista de Manuel. Mientras tanto todos en el parque estaban asustados, preocupados por el paradero de Manuel.

María y la dueña de Ari estaban también preocupadas. Nunca habían desaparecido ni marchado lejos de ellas.

Tom y Ari tras andar al menos un kilómetro por el río, dieron con Manuel, a esa hora no había apenas gente. Estaba como aturdido, dando bandazos. Entonces Tom se puso al lado derecho y Ari al izquierdo, haciendo que Manuel fuera en línea recta sin torcerse lo menos posible.

Hubo un señor que estaba paseando a su perro e intentó acercarse a ellos, cosa que Tom y Ari no consintieron. El hombre metió su mano en el bolsillo pero no encontró su móvil. Así que quedó atrás y éstos siguieron de camino al parque.

Manuel estaba asustado, pero se dio cuenta de que aquellos animalitos estaban cuidando de él. Hubo alguna persona más que se les acercaban, pero Tom y Ari pegados a Manuel no les dejaban.

Por decirlo de alguna manera, Tom y Ari escoltaron rozando ambas piernas de Manuel, hasta llegar al parque. Tenían que pasar un paso de cebra y Ari fue la que en ese momento dirigió. Tom y Ari movían el rabo contentos de saber que habían hecho algo bueno.

Todos se pusieron muy contentos, Manuel había tenido un golpe de calor, de ahí su desorientación y aturdimiento. Le dieron agua y poco a poco se empezó a encontrar mejor. Tom y Ari estaban ya con sus dueños, les dieron premios, que solían llevar, para cuando obedecían o se portaban bien.

Tom y Ari corrieron donde estaba Manuel y se le subieron encima, esto le puso muy contento. Desde entonces siempre estuvo en contacto con éstos, e incluso les llevó a pasear por el río. Sabía que estando con ellos nunca le sucedería nada.

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