Retirada, la vi a mamá. La mirada en cualquier lugar, muy lejos del naranjo de tía Celia. Pensando. En shock, dijo. Los ojos más profundos que nunca. Las reflexiones de domingo pueden desordenar cualquier phisys humana. Te alteran desde adentro. Te conmueve. Cogito, ergo entramos en crisis (podría ser una de las tantas variantes que tiene el pensamiento, virtud o condena del ánthrōpos). Y no era necesario preguntar en donde estaban (mamá y su soliloquio). El accidente hijo. Que descuido pavo podes tener en el cotidiano y que lo cotidiano deje de serlo entonces. Se convierta en otra cosa. Se convierta en un recuerdo (malo), un nuevo tabú familiar, listo para heredarse a próximas generaciones, a los sobrinos cuando vayan saliendo del bachiller. Devenga un pasaje oscuro en lo que resta. Una mala decisión, que por otra parte, estaría desde siempre escrito. Un fatum divino (o maligno, estará siempre por verse). Una disposición precisa de calle y avenida, de cambio a tercera y acelerador. Combinaciones fatales en tantos casos hijo. Como tío José. Recordará mamá que tío José, y un semáforo en disputa, una suerte echada y perdida. Pero claro, si así tenía que ser. Tío José entraría a la combinación ultima aquella primavera corriente y aparentemente igual a todas: llegar tarde al trabajo, dos calles cortadas en un recorrido tan corto, los minutos que corrían como nunca, el semáforo en amarillo, y otro inconsciente como él saliendo por la derecha sin posibilidad de nada. Que descuido tío. Mamá lo pensaría también en este momento. No me ve. No siente el pastito en sus pies, y el fresco de hoy.

-Tenés que tener cuidado. Es tan fácil que todo se vaya a la mierda. Me estaba olvidando de lo efímero que es. Esquivale a esas distracciones. Acodarte de tío José (que en paz descanse).

-No es descuido vieja. Es una fatalidad, como la peli pedorra esa. (Pasame la pavita que traigo más agua).

-No seas tonto hijo. Hace las paces con el destino, si así te gusta decirle. No andes distraído que en la que nos demos cuenta, ya no hay reversa. Traete los bizcochitos de paso, y después un abrazo. Sonso.

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