Hoy vengo a hablar de ti, algo que nunca había hecho. Llevo meses sin verte y no se si volveré a hacerlo. Al principio pensar en ti me ponía triste, luego hablar de ti hacía que mis lágrimas brotaran sin consuelo alguno. Mi coraza impenetrable se autodestruía dejando paso a mi yo más sensible. No tuve el valor de hablarte ni de ir a verte cuando perfectamente al otro lado de la calle podía saludarte. Vengo a pedirte perdón, por todo lo que me has dado y lo poco que te he devuelto, pero no puedo. No tengo el valor ni las fuerzas. Me empiezo a agobiar y entro en una agonía que no sé como explicar.
Tengo el recuerdo de aquella escalera que daba a la calle: los buenos momentos, las buenas fotos, los saludos y despedidas que surgían, imposible olvidarse… ¿Y ahora?
Y ahora pido perdón, porque puede que no te vuelvas a acordar, pido perdón. Por no afrontar lo que pasó, pido perdón. Te quedaste sola y solo supe llorar, pido perdón.
Y sigo pensando en que todo volverá a ser como era meses atrás, pero me siento bala perdida en los recovecos más oscuros de las guerras pasadas y ahí encontré el recuerdo, la terraza de aquel piso, una foto y una sonrisa.
Ojalá volver a esa calle llena de melancolía, llamar al número siete y en la escalera sentarme, disfrutar de un nuevo día.
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