EL BARRO DE LOS SUEÑOS

EL BARRO DE LOS SUEÑOS

Si…vengo del barro, del barro de un barrio humilde, que en aquellos tiempos, no tan lejanos, se vestía de chabolas y casas viejas que se construían con la alevosía de la pobreza pero con la valentía de los sueños.

De esos sueños que se manchaban de barro y agua cuando llovía pero que moldeaban las ilusiones de las familias que esa noche habían pasado frío, pero que se resguardaban alrededor de un brasero que iluminaba las miradas de los niños con aquellas mejillas manchadas de juegos inocentes.

Vengo del barro que vestía las calles de la miseria cuando había poco que comer y el dinero era un tesoro inalcanzable para mucha gente que se sentaba en la puerta ha hablar con la vecina, por no escuchar a su propio estómago que reclamaba su parte, mientras que aquellas madres, luchadoras incansables, e uniformaban con el delantal de tela, para cocinar ilusiones en aquellas viejas ollas quemadas de tanto puchero y sopa de fatiga.

Vengo del barro que tantas mañanas me esperaba en la puerta para acompañarme a la escuela y se pegaba a mis viejas zapatillas como esas sombras que siempre aparecen en los rayos de luz de todas las esperanzas.

Cuando se secaba, el barro, se caía al lado de aquellos juguetes que hacíamos con lo que nos encontrábamos pero que nos transportaban a un mundo imaginario donde sólo existían nubes blancas y enormes dosis de imaginación como la  mejor medicina para curar la ansiedad de la pobreza que se escondía en los bolsillos vacíos.

Vengo del barro donde no entraban los autobuses de la gran ciudad, vengo de los viejos libros que se heredaban de los hermanos mayores, porque no había para más, vengo de la tierra que dejó a unos padres construir un sueño en forma de chabola,  vengo de la frontera que separa la miseria de la ilusión, y los sueños de las pesadillas, donde el único pasaporte se sella con la voluntad de un corazón.

Vengo del barro que jamás se desprenderá de mi alma porque los  cimientos de mis sueños se fabricaron con la mirada de aquellas mañanas donde mi infancia se manchaba de inocencia con un muñeco de trapo que siempre acababa manchado de barro.

Ahora, después de que el pasado me haya acompañado hasta las puertas del futuro, me encuentro pisando el barro del egoísmo de unos pocos, que han transformado el mundo a su manera, como el que moldea la arcilla de sus deseos, pero con la maldad que cubre las miradas pérfidas de los gobernantes del mismo infierno, que han decidido enfermarnos de sus malditas mentiras con un virus con nombre de corona, como el que reina en el palacio de la mentira.

Hoy vengo del barro que mancha el camino de las colas del hambre, de las miradas que se caen al suelo antes que las lágrimas, de la angustia que disfraza lo incierto de un mañana que nunca llega, del padre que agarra la mano de su hijo para aferrarse a una esperanza o de una madre que busca en el vacío de un carro de la compra que no tiene…nada.

calle del prado longo año 1978  barrio de Orcasitas, Madrid, España

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