«La glicina y el paraíso»

«La glicina y el paraíso»

Natalia Henny

30/11/2020

Es la esquina de la paz, de la alegría, del reencuentro, para nosotros la más linda de todas, y allí, en esa esquina majestuosa a pesar de su pequeñez, opulenta a pesar de su sencillez, llena de murmullos, de música, de cantos se levanta nuestra casa.

Sus viejas paredes, sus modestas paredes parecen gritar a todos que son tan firmes como el sentimiento que albergan, tan felices como los seres que han visto vivir, tan llenas de amor como los jefes de ese hogar.

No interesan sus dimensiones, sus comodidades, la ausencia de lujo que nunca necesitamos. Sí nos importa que todo allí es un canto a la vida: las plantas, los pájaros que la han elegido como morada, sabiendo quizá que ese el clima ideal para vivir, de que allí no encontrarán agresión.

Y reinando sobre todo ello, cubriéndolo, amparándolo todo está la glicina y el robusto paraíso. Entrelazados entre sí viven su vida sin esperar más que el respeto, el amor de quienes somos los amparados, sus hijos. Si la hermosa glicina es nuestra madre y el viejo paraíso nuestro padre, se ha fijado en nuestros corazones esa imagen y es quizás el símbolo de nuestro hogar.

La glicina, entrelazada en las ramas del árbol grande y protector, lo ayuda a vivir feliz, lo embellece, lo adorna, lo alegra y, juntos, brindan su sombra y protección a quienes siempre corremos a su amparo. ¡Qué labor más generosa la de brindarse! ¿Y qué piden a cambio? Somos tan desagradecidos que quizá nunca reguemos sus tallos.

Sí, mamá, la glicina SOS vos. Sabemos que siempre estarás allí, con tu fiel compañero esperándonos ansiosa a que vayamos a tu encuentro. El paraíso no podría vivir si tus gajos no alegraran su vida, no se sentiría acompañado y cálidamente abrigado.

Nosotros somos tus racimos de flores, tus brotes, brotes que se trasplantaron a otros lugares, para reinar en otros hogares. Pero, ¿sabremos ser como la planta madre? ¿Será tan grande nuestra abnegación, nuestro cariño, nuestro espíritu de sacrificio? ¿Sabremos rodear de amor nuestra vida con nuestros hijos y nuestro compañero? Ojala así sea.

Sabemos que tu mayor felicidad seria ver tus plantas, hijas de tu tallo, rodeadas de los mejores ciudadanos, en espacios especiales y gozando, sin tener que hacer ningún esfuerzo, de todas las comodidades y gusto de la vida. Pero no te preocupes mamá, esa imagen, la de la glicina y el paraíso, será nuestra escolta eternamente y, como ellos, sabremos luchar por llenarnos de vida y hermosura, por brindar nuestras flores, sombras y amparo, felices de prolongar vuestra imagen con la felicidad que ustedes nos dieron y nos enseñaron a encontrar, recibiendo nada más que el agua que del cielo les cayó.

Inmensamente felices hemos sido en nuestra infancia, corriendo bajo vuestra protección en el patio desparejo, felices somos luchando y felices seremos siempre que encontremos en nuestro primer hogar a la glicina y al paraíso.

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