Calles entre claroscuros

Calles entre claroscuros

XeniuS

18/11/2020

Marzo macilento de otrora con su manto pesadamente esquivo. Ahí arrancó todo. Yo lo busco entre caminos de alfombras tono hojarasca y longevos árboles dispuestos caprichosamente, retorcidos por el ávido aleteo de vientos arremolinados.

Busco mi barrio entre páginas níveas en espera de ser tintadas por alguna hábil pluma que quizás no sea la de este humilde servidor. Aquel marzo vesánico, latente, desgarrando mi calle que también es la vuestra. Oh! Escupes razones y hechos pegajosos, vida desplazada bajo esta puntillosa monotonía… Ahora añorada!.

Doblegó a golpe de látigo mi excelsa voluntad… Quizás a la par también la vuestra. Lo hizo robando cualquier ansia de alzar vuelo hacia parcos mundos fantasiosos e irrealidades constatadas. 

Otra vez mi calle, la de siempre, perdida de gentes y de sus pasos. Mi calle, imaginario selenita que cruza conmigo palabras llenas de pleonasmos. Oh!, panadero sin harina; camarero sin clientes, ciclista sin bicicleta… Y allí la mar, empoderada, limpiándose contra rompeolas sicalípticos.

Soy afortunado al cruzar estas avenidas, perdiéndome en sus miradores que apuntan más allá de la vista y del horizonte. Respiro su aire y el aire de tus pulmones. Por ende siéntome vivaracho cuan días de tormenta golpeando el cielo con adustos martillos de luces y sonidos… Los de mi ciudad!.

Suspiro de a pocos al lembrar y consecuentemente la nostalgia se instaura en mi ajetreado corazón. Mis ojos contemplan tus baldosas levantadas y tu asfalto rugoso, mancillado. Marquesinas bulliciosas y cláxones quebrando ese frágil silencio, olvidado y ansiado. Mi ciudad, mi barrio y mi calle son cuan cinturón que estrangulan personas y personajes, algunos de piedra otros de carne pero todos citadinos. Y sigue siendo mi ciudad, mi barrio y mi calle!.

Verdades que preferiría obviar e impacto de realidades crudas para mi persona, hecha jirones de réprobas telas. Cuanto vestía mi mes de marzo habíase perdido en la misma pérdida. Eran cuando a la primavera podíamos llamarla así. Aviones surcando cielos conocidos y por conocer. Barcos que partiendo del puerto rasgan la mar, creando finas estelas sobre las aguas mansas.

Nunca cavilé en más de mil cosas a la vez y todavía menos pensé disfrutar paseando por calles familiares con escaparates interminables, terrazas bajo la sombra de naranjos y largas playas de cálidas arenas escondiendo, bajo las mismas, mensajes en botellas de plástico. Oh! plenitud pasmosa pariendo situaciones esperpénticas, las conozco tan bien como tú pues ambos somos de aquí… su arteria principal!.

Mi barrio, tu barrio, nuestro barrio, ansioso de turistas boquiabiertos; claraboya acristalada para ver, sobre ella, al océano salvaje azotado por virulentas tempestades. Sé que no puedo mojarme mientras escuche la cálida voz de mis convecinos.

Miradnos a mi barquito de papel y a mí navegando hábilmente calle abajo. Esquivamos cada sumidero hasta hacer propicio el aroma marino. Nos reflejamos en esos impolutos escaparates, echando pulso a tan hosco mes de marzo. Treinta y un días conjurando trescientos sesenta y cinco. Resta o suma empero extrae el último hálito de mi boca pues aquí finar es ley. Tras incontables años

Viajando he encontrado mi hogar, el de verdad… Estaba en el punto de partida!.

Quién ha robado mi barrio?. Apenas lo veo y apenas lo siento. Presto devuelva sus calles, sus gentes y sus conversaciones de ascensor. Todo envuelto en lazo satén de desesperado anhelo.

Nadie conoce mi lamento agudo ni estas lágrimas saladas que procuran ahogarlos. Lágrimas desprendidas, quizás, ante tan magnánima dicha. Soy ahora mismo autómata esclavo del enclaustramiento, de sus dudosos beneplácitos, de aquello cuanto en treinta y un días fue vida a medias..

Ahora exijo seguir jugando con las tenues luces de mi barrio, alargadas cuan sombras chinescas. Abrazar cada edificio y apapachar esta naturaleza residente que salpica de verde las calles. Burlas y guiños al romper el amanecer y cándido silencio, cómplice, al caer el manto del anochecer.

Quiero caminar acompañado, refulgente, bajo las farolas del amor. Achuchar los árboles del parque, subir y bajar escaleras, contemplar la lucería de esta estólida navidad… Lo quiero todo, todo cuánto me han robado!.

Marzo, mucho antes de diciembre dónde estás que no te veo?. Axiomático, te siento lejano y distante, sinrazón, maldecido. Inquieto y excitado preciso de aquellos citadinos que ya no están… Mi ciudad, mi barrio, mi calle… Tu ciudad, tu barrio y tu calle! Gritemos su nombre con rabia contenida!…

Atrás se quedan mis esperanzas hechas injuriosas cortezas. Aquello intensamente sentido en lo más interior de mi conciencia. En lo más hondo de mi alma que a fuego grabado enquistóse para ya no sanar.

Mi marzo, logró arrancarme apócrifa sonrisa. Otro como yo imposible haberlo pues nadie más posee aquel pedazito de marzo, prolijo y malaventurado. Retal caduco y trasnochado, empujado por el frío viento del norte. Único e irrepetible, incluso para quien pasea con el cochecito del niño y escucha por primera vez: papá!… Adiós frío invernal!. Esta es mi ciudad, mi barrio y mi calle.

Azotan los aires; gime la lluvia, se contornea la niebla, se pavonean truenos y centellas, se engalana el encapotado cielo y yo, aquí, contemplando empequeñecido.

Marzo amortajado, reconocible sin incienso ni fiestas de guardar. Realidad: perros y gatos entre cubos de basura. Sueños: niños sin miedo en columpios de colores, viejos desdentados dándole a la petanca y sanitarios sin cubrir otro cuerpo. Ciudad que Ardes por vivir: levántate!. Marzo misántropo. Partiste lejos sin decir adiós y quedé desolado buscando respuestas. Algunas me abofetearon lánguidamente y otras me retaron en singular duelo de caballeros.

Empero también fue redención; cuna que de pequeño me acunó con angelicales nanas. Fue por decirlo honestamente estrella de Belén marcando una vida sin encuadre. En lugar del niño Jesús se iluminó otro infante, otro Belén y otra existencia; la nuestra. Así es mi ciudad! Así es mi barrio! Y así es mi calle!.

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