EL ADIÓS DE ALEX

EL ADIÓS DE ALEX

Susana Brusco

15/11/2020

SHANGRILÁ, CIUDAD DE LA COSTA, CANELONES, URUGUAY

Alexandra se levantó tempranísimo. Sus padres dormían todavía y no quiso hacer ruido. Ellos tendrían que quedarse en esa casa un día más.

Ese sábado, ella, su esposo y sus dos hijos completarían la mudanza.

Hacía ya varios días que aprovechando sus vacaciones de julio en el trabajo, metía todo en cajas: utensilios, adornos, libros, juguetes, ropa. La loza y las copas de cristal las acondicionó en otras especiales de madera con protección reforzada.

Aprovechó el tiempo. Los dos meses que llevaba la pandemia la hicieron ausentarse del trabajo por recomendación médica, aunque siguió haciendo sus tareas desde su casa usando su ordenador. Puntual, cada día cumplía con su horario completo. Trasmitía a otros los resultados de los expedientes que, más lento de lo habitual, se iban resolviendo uno a uno. Todo por «zoom».

Los deberes y las clases de sus hijos también. Pero cada uno con su «ceibalita». Al instrumentarse la nueva normalidad, los pequeños ya habían comenzado a asistir a la escuela en forma presencial, medio horario, dos días en la semana.

El resto del tiempo estaban a cargo de ella. Asumió la responsabilidad de ser madre y maestra a la vez. En dos ocasiones se sintió desbordada y pidió apoyo a la señora de enfrente que es maestra… aunque ya no enseña, porque se jubiló hace cinco años.

ESCUELA PÚBLICA N°167 «LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR», SHANGRILÁ

En el encierro hizo de todo: una huerta en el jardín, tejidos con lanas de todos los colores y para todas las edades y… la cocina.

Un día se asomó por encima del muro y al acercarle un plato de pizza casera, le confesó a una de sus vecinas más mayores, que había aumentado cinco quilos. Nunca fue gorda pero la ropa había empezado a quedarle más justa de lo habitual.

Había prescindido de las tintas castañas que le hacía Inés, la peluquera del barrio, y su cabello, no tan corto como un año atrás, dejaba ver un mechón canoso sobre la frente del lado izquierdo.

Se había convertido en una señora casi madura muy interesante. Por coquetería y comodidad dejó las lentillas de contacto y comenzó a usar anteojos de armazón metálico para ver de lejos.

¿Ocupada? Sí. ¿Aburrida?También. Igual, todos los días y usando barbijo, salía del encierro voluntario para ir al supermercado ubicado a dos cuadras de su casa. Ella era la encargada de las compras de alimentos y productos de limpieza para su familia y su hogar.

Tenía un muchacho que la ayudaba y cada veinte días dejaba impecable su jardín. Pero las tareas de su casa, corrían por su cuenta. Sus padres ya eran muy mayores y poco podían ayudarla. Su esposo médico, pasaba todo el día en un centro de salud de la capital y llegaba muy tarde, cansado, solo a comer y dormir.

En los últimos tiempos, con mucha simpatía saludaba a todos con el codo y una sonrisa en la mirada, cumpliendo con el exhorto.

Cuando terminó con la ropa, siguió con los muebles. Desechó todas esas cosas inútiles que aparecen en las casas cuando uno se muda. Una volqueta en su puerta fue llenándose de a poco durante tres días hasta que se la llevaron.

Sus padres pasarían esa noche en la gran casa  que habitaban hacía ocho años en Shangrilá, en la calle Del Remanso esquina Paraguay.

Eran muchos, una familia bulliciosa y numerosa. Porque siempre había algunos que se alojaban con ellos y se quedaban a pasar unos días. Los «agregados» los llamaba.

Vivimos una época de casualidades… ¿o «causalidades»?

Faltaba poco menos de una hora y como era sábado, su esposo estaba con ella.
Alguien los vino a buscar. No era el gran camión ni ninguno de los agregados.

Los niños sollozaron ansiosos y su abuela se hizo cargo.
– «Debemos entrar y quedarnos tranquilos. Esperar….»- les dijo con voz firme.

Alex se fue, pero sus tres perros se quedaron, y esa noche, como de costumbre, sus gatos pasearon por el muro.

La gran casa de la esquina encendió las luces durante varias noches durante varios días.

Los nuevos ocupantes retrasaron su llegada. Su otra casa, la que está en la misma ciudad pero más al Este, siguió vacía. Esperando también.

Todos nos encerramos y cumplimos al pie de la letra lo que el esposo de Alex y algunos más nos pidieron. Cuestión de tiempo fue todo.

NOTA:  POLÍTICA SOBRE PANDEMIA EN URUGUAY.


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