MI CALLE PASILLO DE MI MORADA

MI CALLE PASILLO DE MI MORADA

Mi calle es como una continuación del pasillo de mi morada o, una prolongación del corredor de mi memoria, unas veces, para escapar de la soledad en la que a veces me veo sumergida y otras simplemente de asueto, del goce de pasear sus calles, sus escaparates, sus árboles o, el placer del encuentro con mis conciudadanos para intercalar con ellos algunos pensamientos o pequeñas conversaciones guardadas en el largo túnel de mi memoria.

Hoy es un día triste, no acompaña la climatología, siento en mi interior un frío duro, la lluvia ha empapado las aceras de mi calle, contemplando desde el ventanal de mi hogar grandes cortinas permeables de goterones de líquido que van salpicando las farolas. Los pocos paisanos que atisbo, paseando las aceras bajo sus paraguas y botas, abrigados por sus amplias bufandas y protegiendo sus cuerpos con amplios anoraks.

No me gusta Noviembre, es pasar de la luminosidad del verano con la belleza de sus amaneceres mágicos y el azul intenso del cielo, a las tinieblas con sus grandes nubarrones, éstos que atraviesan mi alma entera con preludios de tristezas.

Cuando nuestro primer confinamiento un 15 de Marzo, a pesar de lo que suponía el gran retiro espiritual debido al dichoso bicho, sin embargo, tenía la dicha de contemplar y sentir sobre mi esqueleto, la luz intensa primaveral con sus beneficiosos rayos del sol.

Con tan brillante luz, me dedicaba a curiosear desde mi ventanal a mis vecinos de enfrente, imitando al veterano actor YHON STEWARD en su brillante proyección cinematográfica «LA VENTANA INDISCRETA», sin pretender descubrir un asesinato. Simplemente, me distraían algunos coqueteos amorosos y varios escotados bustos «a la moda francesa».

Al no encontrarme escayolada como nuestro veterano actor, en cuanto nos permitieron salir un par de horas de nuestro retiro, estimé de lo más oportuno, comprobar de manera veraz, tantas y tantas sensaciones que había experimentado en mi interior y que de tal modo las había añorado, como el descubrir de los brotes de las hojas en los árboles de mi calle, el renacer de las rosas y tulipanes en el parque cercano y, sobre todo, las chácharas con mis vecinos bajo el trasluz de las mascarillas con la consabida distancia por el infinito recelo al contagio.

Teníamos la esperanza que llegado el mes de Agosto y por efecto del calor reinante, el bicho hubiera emigrado, tal vez ahogado en un océano, pero no fue así, siguió volando por el espacio para continuar en este sombrío mes de Noviembre flotando entre nosotros.

Apago el televisor, contemplo aterida imágenes desoladoras.

Intento salir del pasillo de mi memoria mezclándome con mis paisanos. Piso mis aceras empapadas bajo la nebulosidad del paraguas, respiro hondo el viento, me asomo para vislumbrar el movimiento de las hojas, paso por la pastelería, mis vecinos en cola, no se puede pasar más que de uno en uno, mascarillas blancas, negras y algunas de colorines adornan tapando sus mejillas, a continuación, me detengo a contemplar la cartelera de mi cine Renoir, sin embargo no me atrevo a traspasar su umbral. Parece que la tenaz lluvia ha dejado de empapar mi neblinoso paraguas, me dirijo a «LA MURALLA «para tomarme un café. Enfrente EL PARQUE DE EL RETIRO, en su biblioteca conferencias y proyecciones sobre LA SEMANA NEGRA; cruzo y me dirijo a la biblioteca, charla sobre el crimen y la psicopatía, un tema que no me agrada en absoluto, pero al final, siempre merece la pena.

Aunque pierdo parte de mi exigua vida, tengo verdaderos deseos que pase este mes de Noviembre, así como unos cuantos más, a ver si este dichoso bicho se cansa de fastidiar al mundo entero y al final lo hacemos desaparecer para volver a la normalidad de la vida que conocemos y a la cual, cuando la hemos ejercido, no la supimos apreciar.

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