Decidí apuntarme a un taller literario. Lo hice motivado porque mi antiguo profesor de Literatura era quien lo llevaba, un hombre serio, circunspecto, casi antipático que tenía un don especial.

El dominio del ego era su tema preferido. Me costó bastante reconocer que tenía que aprender a vencerlo.

Preguntó: ¿Para qué escribir?

Surgieron mil razones

Esbozó una leve sonrisa y dijo:

“Escriban para ir más allá, la vida como la vemos no basta, no olviden que la estupidez está al alcance de todos”

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