Rechacé analizar un poema de asco. Por rebeldía insensata. Por el hecho de que siempre me tocaba a mí a hacerlo ante toda la clase. Pero la profesora era una sabia mujer y nos propuso a todos hacer un ensayo por escrito aquella vez. De las dos obras, decidí escoger la de los cuervos. De las dos frases de la corrección de su bolígrafo rojo, la de no rendirse ante ellos jamás nunca se me borró de mi mente. La odié por su sabiduría antes y después. Antes y después la admiré de igual modo.

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