Un día, de repente, se dio cuenta de que era más intuitivo. También, que su imaginación se desbordaba en ideas maravillosas y aplicables a todos los ámbitos de su vida, la que había cambiado a mejor en todos los sentidos.
Descubrió que era a consecuencia del desarrollo del hemisferio derecho de su cerebro, nuestra parte creativa, y que todo había sido obra del taller de escritura.
Por ello se prometió que jamás lo dejaría.
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